viernes, 1 de mayo de 2015

Yuri Gagarin: Vostok 1


Desde que el hombre fue consciente de que era capaz no sólo de adaptarse al entorno, sino también moldearlo en su beneficio, siempre mantuvo en mente el sueño de viajar tan lejos como su vista llegase. Ese firmamento tantas veces contemplado a lo largo de los siglos, pero inalcanzable para cualquier hombre sin importar su credo o condición, fue por fin conquistado un 12 de abril de 1961 por el hijo de un carpintero, el cosmonauta ruso Yuri Gagarin.

Ser el primer humano en viajar al espacio le convirtió en una herramienta del régimen soviético que no dudó un instante en promocionarlo hasta convertirlo en una suerte de semidiós al servicio de los intereses comunistas. Sin embargo, e inaugurando lo que sería una constante en otros astronautas, jamás consiguió adaptarse a esa fama y terminó cayendo en las redes del alcoholismo.

Yuri Alekséyevich Gagarin nació en Klúshino (Unión Soviética) el 9 de marzo de 1934. A pesar que ya desde joven manifestaba estar dotado para alcanzar cotas más altas, ser el tercero de cuatro hermanos en una humilde familia rusa tenía muchos inconvenientes. Estuvo trabajando hasta los veinte años como obrero metalúrgico, hasta que tras hacer sus pinitos como piloto en el aeroclub de Sarátov, consiguió en 1955 entrar en la Escuela de Pilotos de Oremburgo.

Allí, además de conocer a su futura esposa, consiguió ser admitido como candidato al primer vuelo espacial. Después de ser sometido a múltiples pruebas físicas y psicológicas para determinar su resistencia al viaje, fue seleccionado tras superar y dejar en la cuneta a otros ilustres como German Titov. De esta manera, el 12 de abril de 1961 y a bordo de la nave Vostok 1, se convirtió en el primer hombre que alcanzaba el espacio exterior.

Ya de vuelta al planeta azul, Gagarin fue usado como mero instrumento propagandístico y su imagen fue venerada como la de un superhombre. Viajó alrededor del mundo para dar fe de su hazaña, pero nunca consiguió acostumbrarse a este nuevo “trabajo”. Como él mismo reconoció en sus memorias: “Después de haber cumplido la misión espacial me era difícil pasear por las calles de Moscú y la Plaza Roja sin que nadie se fijara en mí y sin ser reconocido. La popularidad es una cosa irreparable.”

Esta presión a la que se vio sometido y que se agravó por la expresa prohibición del gobierno ruso de prohibirle pilotar aviones, terminó por inducirle al alcohol y acabar con su matrimonio.

Tras numerosos incidentes provocados por su adicción, y siempre convenientemente silenciados por las autoridades soviéticas, consiguió rehabilitarse y empezar a trabajar como diseñador de naves espaciales en la Ciudad de la Estrellas.

Ya en 1968, y tras serle levantado el veto con respecto al pilotaje, murió a los mandos de un MiG-15 mientras llevaba a cabo un vuelo rutinario por las afueras de Moscú. Aún no se conocen las razones de dicho accidente, aunque recientes investigaciones apuntan a que la turbulencia provocada por otro avión podría haber desestabilizado la nave de Gagarin. Las condiciones meteorológicas tampoco eran favorables. Incluso también se hablaba de que podía haberse visto afectada su capacidad de pilotar por ir bebido. La versión oficial dictaminó que había conseguido desviar el avión lo suficiente como para evitar estrellarse contra una escuela, salvando así a miles de niños, pero que no había tenido tiempo de saltar del aparato.

Cuentan que en su viaje espacial Gagarin dijo: “Aquí no veo a ningún Dios”. Parece que tampoco lo encontró en la Tierra.


Fuente: Wikipedia.