viernes, 4 de septiembre de 2015

Bobby Fischer: Reykjavik 1972


Durante la década de 1920, una recién creada URSS decidió adoptar el ajedrez como deporte oficial que serviría para demostrar al mundo que el nivel mental de los soviéticos era muy superior al de los demás. Debido a que era una actividad no limitada por el azar, en la que la estrategia y la inteligencia eran fundamentales, y que su práctica estaba al alcance de cualquier persona independientemente de su clase social, fue la herramienta perfecta para simbolizar la fortaleza del comunismo.

Es por ello que se montó una mastodóntica infraestructura, desconocida hasta entonces, para que el ajedrez llegara a millones de personas en todo el territorio, y que provocó gracias a un sistema de recompensas y (duras) sanciones, que la URSS mantuviera durante décadas una indiscutible hegemonía.

Pero nadie contaba con que un americano, autodidacta en su formación y de comportamiento excéntrico e infantil, arrebatara el cetro mundial a los soviéticos en plena guerra fría. Ese particular “héroe” fue Bobby Fisher, quien después conquistar aquel campeonato del mundo en 1972, se retiró de la vida pública y no volvió a competir de manera profesional.

Años más tarde sería despojado de su título al no presentarse a defenderlo frente al aspirante, Anatoli Karpov. No importó, por méritos propios ya formaba parte de los más gloriosos anales de la historia.

Robert James Fischer nació en Chicago (EE.UU) un 9 de marzo de 1943. Hijo de una enfermera suiza y de un médico de origen alemán, tuvo una infancia marcada por la figura materna, pues ya antes de nacer, el matrimonio estaba separado de facto.

En 1949, se trasladan a Nueva York donde con apenas 6 años, y gracias a las instrucciones que acompañaban a un pequeño ajedrez que le regaló su madre, aprende a jugar a dicho juego. A partir de entonces, practicaría de un modo amateur jugando con su hermana o con los chicos de su barrio.

Pero no sería hasta su ingreso en el Brooklyn Chess Club cuando contara con un mentor, Carmine Nigro, que le enseñara los fundamentos de un modo más solido y que le permitieran continuar con un progreso óptimo como jugador.

Tras ir pasando por diferentes clubs, e ir demostrando su innato talento en diferentes torneos tanto a nivel estatal como nacional, decide abandonar sus estudios para ser reclutado en 1955 por John W. Collins, tutor de otros grandes maestros como Robert Byrne y William Lombardy.

A partir de entonces tuvo una evolución muy rápida que le permitió ganar todos los torneos de su categoría a nivel nacional. Con tan solo 15 años obtiene el título de Gran Maestro tras conquistar el Internacional de Portoroz, momento en el que pasa a dedicarse al ajedrez de un modo profesional. Pese a que en aquella época este deporte no daba para vivir, su gran obsesión por la victoria era suficiente aval para él.

Su reputación como prodigio del ajedrez fue creciendo al mismo tiempo que sus excentricidades. Torneos naciones e internacionales iban cayendo, pero siempre con una lista de peticiones determinantes a la hora de asegurar su presencia en ellos. Tanto es así, que en 1963 decide dejar de participar en los campeonatos de la FIDE hasta que las normas fueran de su agrado (ya que pensaba que éstas beneficiaban a los jugadores rusos).

De este modo, poco a poco fue conviertiéndose en toda una celebridad, y las victorias frente a maestros soviéticos eran algo más que habituales. A lo largo de todos estos años, su ratio de partidas ganadas fue desproporcionado, teniendo en cuenta que en el ajedrez el empate es un resultado lógico.


Así que en 1971, y tras ganar en Palma de Mallorca el Torneo de Candidatos, accedió por primera vez en su carrera a disputar el Campeonato del Mundo frente al vigente poseedor del título Boris Spassky.

Una vez más, las demandas previas a la disputa fueron permanentes por parte de Fischer: elección de la sede, condiciones de juego, premio, derechos de televisión, etc. Finalmente, el 11 de julio de 1972 en Reykjavik (Islandia), los dos contendientes se sentaron frente al tablero para disputar lo que entonces sería conocido como “la partida del siglo”. Ganaría el mejor de 24 partidas.

Las excentricidades de Fischer continuaron, y a punto estuvo de ser descalificado tras retirarse en el segundo de los enfrentamientos al no cumplirse sus exigencias con respecto a la ubicación de las cámaras de TV. Pese a ello, finalmente consiguió derrotar a Spassky y convertirse en el primer (y único hasta el día de hoy) norteamericano que se alzaba con el título de campeón mundial.

Pero entonces, y sin estar las circunstancias muy claras, desapareció voluntariamente no solo del panorama ajedrecístico, sino también del social. Pasó de revalidar su título en 1975 frente a un joven Anatoli Karpov, y sus presencias mediáticas a lo largo de los años pueden contarse con los dedos de una mano.

Tras veinte años de aislamiento, en 1992 dio una rueda de prensa para denunciar las amenazas del gobierno de EE.UU. para vetarle su participación en un torneo en Yugoslavia, lo cual por aquel entonces violaba las resoluciones de la ONU. Tras escupir frente a las cámaras en el papel que le advertía de las consecuencias de su acto, participó en el citado torneo de nuevo frente a Spassky. Ganó, no sólo al ruso y 4 millones de dólares, sino también la imposibilidad de volver a su país natal, ya que se enfrentaba a una pena de 10 años de cárcel.

Tras pasar posteriores etapas de su vida en Filipinas, Bulgaria o Japón y protagonizar algún que otro incidente diplomático, en 2005 solicitó el asilo político a Islandia, el cual terminó consiguiendo. Allí fallecería tres años después, curiosamente en el mismo país que le vio proclamarse campeón del mundo.


Fuentes: Wikipedia y Microsiervos.